jueves, 20 de abril de 2017

4

Sergio se levantó a buscar el helado y, de pronto, sintió un dolor abdominal, era una punzada aguda y gradualmente fue incrementando, hasta hacerlo caer sobre sus rodillas. La madre se levantó primera, pero en ese mismo momento fue atacada por un dolor idéntico, por lo que no pudo siquiera levantarse de la mesa. En el mismo instante, todos los comensales sufrían un malestar similar. Todos, menos la abuela, que se levantó con la misma parsimonia con la que amasara los fideos minutos atrás y se dirigió al resto de la mesa.
_Espero que la comida les haya caído para el culo, como debiera haber pasado_ comenzó a hablar, mientras el resto de la mesa se debatía en espasmos, retorcijones y uno que otro gas_ La verdad todos, TODOS, me tienen las tetas por el piso. Comieron rico? Debe ser que el veneno para ratas le habrá dado rico sabor o el romero sirvió para taparlo, no sé qué habrá sido...
Empezó a recorrer la mesa y fue junto a la hija_Vos Clarita que en tu puta vida no hiciste nada más que criar a esta manga de parásitos, en conjunto con el pelotudo de tu marido me estaban por fletar, no? Por eso anda cuidando tanto el jardín el guanaco este, se piensan que soy boluda yo? Ya me había dado cuenta que andaban con ganas de mandarme a un asilo la otra semana, cuando me dijeron que la casa era un poco grande para mí sola, y después, cuando los de la inmobiliaria llamaron acá (porque se equivocaron los muy forros) avisando que iban a pasar a tasar la casa, me cerró todo. A un asilo, yegua malcogida! (dijo a centímetros de la cara de su hija, que se debatía entre vomitar o defecarse en los pantalones.
_Y vos Silvia, no sos mucho mejor que tu vieja, ya me di cuenta que me usaste la casa de bolín la semana pasada para acostarte con tu "amigo de la facu", si cornudo, date cuenta (señalando a Roque) que tu mujercita se lo garcha acá, en casa, cuando a mi me mandan al centro de jubilados. Me lo contó la Irene, la vecina de enfrente, que la vio venir un par de veces cuando yo no estaba y al rato caía el machito. Aunque sea me hubieras limpiado las sábanas, puta de mierda! Y estas pendejas, pelotuda que tienen, me las encajan cuando quieren salir de joda, al pedo porque ustedes siguen juntos de costumbre nomás, si este no fuera tan idiota te diría que también te guampea, pero no sé si le da el cuero.
Siguió y se quedó junto a Edith, que estaba mirando al techo mientras baba blanca le salía por al comisura de los labios_ Vos, lacra humana, puta barata, te pensaste que porque éste pegó un pase a Europa antes tenés el culo con arandela? Siempre venía acá como oliendo mierda, te la tuve jurada desde el mismo día que pusiste un pie en esta casa, bien muerta vas a estar. Y tu hijo, un pichón de pelotudo como vos, malcriado hijo de puta (nunca mejor dicho, por cierto), si no se moría ahora en unos años se la pegaba con algún auto o pasado de falopa, tiene toda la pinta de ser de los que terminan mal, qué otra cosa se puede esperar viniendo de los padres que vino?
_Y ustedes dos, pelotudos viejos _Dijo y se paró entre Sergio, que se retorcía en el suelo y Claudio que combulsiona en la mesa_ peleándose por una boludez enorme...Su abuelo bien muerto está, el hijo de recontra mil putas ese que me cagó la juventud, que me fajaba cuando venía chupado de la fábrica y ustedes van y le ponen el nombre a una tribuna, que bronca que les tuve, la concha de su madre! Y van y se hacen los malos ahí con el tecladito ese del orto, pelotudos son! Se tendrían que haber matado entre ustedes, pero no tenían los huevos para hacerlo, cobardes de mierda!.
Acto seguido, fue hasta el sillón y se tiró agarrando el control remoto, sin dejar de hablar:_Ahora a ver si hacen silencio que está por empezar el partido del Recreativo porque sí, siempre fui del Recreativo manga de inútiles, aguante el recreativo carajo!_Dijo y se oyó un gas estruendoso, al parecer vino de su yerno, que al momento siguiente cayó de costado.
_Ni muerto dejás de joder vos, pero cómo se nota que ese culo siempre te pidió cosas, hasta el último momento anda rezongando._Y, acto seguido, prendió la televisión y lo puso en el canal deportivo. Por suerte faltaban 5 para que empiece el partido.

3

Después de la frase, hubo un silencio que fue roto cuando la cabeza de Claudio dio de lleno contra el plato vacío, Sergio lo había tomado por la nuca en un movimiento tan violento como rápido. Todos empezaron a gritar, el padre se levantó pero no pudo impedir un segundo impacto de la cabeza, esta vez contra los restos del plato vacío, que ahora eran una mezcla de tuco seco y sangre fresca. Tomó a Sergio por la espalda, pero el hijo le llevaba bastante ventaja en cuanto a masa muscular, así que apenas lo pudo retener.
Claudio estaba consciente, pero la cabeza le estallaba, la nariz era una masa sin forma y respiraba entrecortado. Edith estaba paralizada, los chicos lloraban junto a la abuela. El cuñado se sumó a la puja por mantener a raya a Sergio, lo que aprovechó Claudio para tirar la silla para atrás e impactar contra las rodillas de su hermano, se incorporó casi de un salto y sin ver y su cabeza chocó violentamente contra la mandíbula de su hermano, que recibió el golpe de lleno. Silvia corrió a su cartera a marcar al 911 mientras le pedía a los hermanos que pararan, que la madre estaba con una mano en el pecho y no reaccionaba. Eso pareció haber hecho reaccionar a los hermanos, Sergio aflojó la fuerza y Claudio se acercó hacia donde estaba la madre, que parecía estar por desmayarse, cosa que hizo al instante.
La casa era todo gritos, Silvia intentaba darle aire a la madre con la revista del diario, Sergio estaba ahora abrazando a su abuela, contenidos mutuamente, mientras que Claudio luchaba contra su propia nariz, ahora cubierta por una servilleta para parar la hemorragia. La abuela soltó a Sergio y fue a contener a los nenes, que no paraban de llorar ni de entender qué era lo que estaba pasando.
La emergencia llegó rápido, pero no sabían a quién atender primero, pero Claudio pidió que vieran a su madre, que lo suyo no era nada. Los médicos la rodearon, vieron que el pulso estaba ahí, era débil pero estaba, así que había que trasladarla enseguida, por lo que el padre los siguió hasta la ambulancia. Sergio le preguntó a qué sanatorio iban y corrió para el auto. Su esposa le dijo que se quedaba a cuidar a los nenes, que ellos fueran con la madre, de vez en cuando tenía ese tipo de gestos. Los hermanos se miraron (bueno, Claudio hizo lo que pudo en su estado) y fue Silvia la que rompió el silencio
_Vamos en mi auto, maneja Roque pero vos (señalando a Claudio) vas adelante y vos (apuntando a Sergio) atrás conmigo, estamos?_ Y la hermana adoptó la postura que le conocían desde chica, la mediadora, la que sabía "acomodar en su góndola" a los otros dos, que ni siquiera esgrimieron una sola queja al respecto. Se subieron al auto y salieron rápidamente tratando de seguir a la ambulancia.
La abuela los vio salir por la puerta de calle sin cerrarla y quedó agarrada al marco. Se acercó Morena, la más chiquita de Silvia y se le prendió a la cintura.
_Va a estar todo bien, nona? Tengo mucho miedo
_No está mal tener miedo, chiquita._Le dijo y le dio un beso en el medio de la cabeza, mientras se dejaba invadir por el mismo miedo, o uno mayor, mientras veía a los autos perderse calle abajo.

2

Ambos hermanos cruzan miradas, las mantienen y cuando sus fosas nasales se estaban expandiendo, la abuela rompe el momento tenso
_Ya que vinieron, podemos ir poniendo la mesa, no? Delen que ya tiro los fideos y comemos.
Claudio, que tapaba la salida de la cocina, da un paso hacia atrás, dejando salir a Sergio con el mantel a cuadros con frutas dibujadas que ambos conocen casi de memoria. Sentir el material, ver los colores, el diseño tan familiar lo hace bajar la mirada y seguir hacia el comedor sin buscar seguir la gresca con su hermano, que parece haber sentido algo similar, porque gira sobre sus pasos y va hacia el patio donde su padre sigue luchando con los yuyos del jardín.
Entre Sergio y su hermana van preparando las cosas, y estiran la mesa como hicieran desde que pasaron a ser cada vez más, su mujer para variar está en el sillón con el celular chequeando vaya a saber qué cosa (son esos momentos donde piensa que por ahí tendría que haberle hecho caso a la mirada que le tirara su abuela la primera vez que la vio), los nenes corretean entre su hermano y su padre en el patio, mientras la madre ayuda a colar los fideos. Se siente desde la cocina que todo está a punto. La abuela se asoma por la ventana de vidrios rebatibles y grita "ya está la comida!", ese llamado universal que hace que señala que no importa lo que se está haciendo, llegó el momento de parar y de ir para la mesa.
Se acomodan todos en la mesa, los lugares fueron asignados hace años y por supuesto se respetan: Papá en la cabecera, a la derecha mamá, frente a ella Silvia, al lado su esposo y las dos nenas. Mateo insiste en sentarse al lado de las primas, pero se negocia y quedan de frente. Y del otro lado, entre Sergio y Claudio, Edith hacía de muro de contención, de barrera, impidiendo que ambos hermanos crucen siquiera una mirada durante el almuerzo. Y, por supuesto, la cabecera opuesta es para la abuela, que llega a ocuparla con la fuente hirviendo, llena a rebalsar de fideos. Los nenes empiezan a aplaudir y los grandes se prenden, no sin tanto entusiasmo pero por lo menos participando del ritual.
La abuela va sirviendo y el olor del estofado los inunda, los amontona a todos en un trance hermoso del que sólo se puede salir comiendo. Los primeros minutos son de puro silencio, está todo demasiado rico como para siquiera esgrimir una palabra. Sergio estira la mano para tocar la de la abuela, que le devuelve el gesto.
_Abu, esto está demasiado bueno, lo que es comer comida de verdad de vez en cuando, eh?
_A mi no me mires, reclamale a Romina _Dice Edith, haciendo alusión a la señora que cocina en la casa.
Sergio hace ademán de emitir una opinión, pero su cerebro le recuerda que la comida es demasiado buena para arruinar el momento, así que se contiene y sigue comiendo. Los comentarios en torno a lo bueno de la comida se van multiplicando, lo que dibuja una sonrisa en el rostro de la abuela, que pensaba que el almuerzo iba a ser mucho peor después de lo que pasó en la semana.
Llega el momento del postre y Sergio se levanta:_ Voy a traer el helado, te compré kinotos al whisky pa porque sé que te gusta el de la heladería de casa
_Gracias hijo por acordarte de tu padre
Y justo cuando pasa por detrás de su hermano, éste le tira
_Que pena que no te acordaste del abuelo cuando te llamaron de Atlético...

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